jueves, 6 de agosto de 2009

DESPLIEGOS Nº 4 : Síntoma y lazo social

Síntoma y lazo social
WALTER LUPO TORRALVO

Este trabajo, remite a una de las cuestiones que nos interroga e implica como practicantes del psicoanálisis. Se tratará de ubicar y reconocer de que forma las modificaciones en el lazo social afectan a los individuos: en su identidad, en las formas de presentación de síntomas y en la formulación de las demandas de curación.
La primera dificultad consiste en que no podemos hallar equivalencias entre el síntoma en un sujeto y el síntoma social. Para el psicoanálisis, el síntoma es producto de la represión que se da en un sujeto que está determinado por el inconsciente, que siempre es singular. Freud lo repite con claridad a lo largo de su obra; no hay síntoma social. Lacan matizará esa negativa en esto términos: "No hay más que un síntoma social, cada individuo es un proletario (o sea un hombre cuyo único valor es la fuerza de trabajo), es decir, no posee ningún discurso con que hacer vínculo social, dicho de otro modo semblante" . Desde esta perspectiva, el único síntoma social es la degradación del lazo social en la medida que el sujeto queda despojado de valor en su decir.
Hay otra forma de abordar esta cuestión si tomamos el síntoma como el indicador de lo que no funciona desde la perspectiva del Ideal. Aquí tenemos un punto de partida para articular el sujeto y lo social.
El lazo social es lo que liga y vincula a los individuos de una comunidad a través de la lengua, se funda en la represión pulsional (mito freudiano del asesinato del padre mediante el cual se establece la prohibición y la ley) y participa de los mecanismos de idealización e identificación descritos por Freud en Psicología de las Masas. En la globalización capitalista de este fin de siglo, lo dominante es la economía de mercado unida a la tecnología que se sostiene en el discurso científico. Veamos que efectos tiene en los sujetos y en las relaciones sociales.
El mercado funciona como algo anónimo y sin un amo visible e identificable (el movimiento del dinero es el ejemplo más claro), promueve el consumo de mercancías, haciendo del individuo un consumidor/consumido. Propone objetos desechables, que apuntalan a un imaginario; el que pueda darse satisfacción a todas las apetencias, incluso reducir el deseo y al goce en una mercancía más. Un ejemplo sobre las consecuencias del poder de este amo anónimo, lo podemos leer en el articulo "Intuyen el peligro", publicado en el periódico económico "Cinco Días" el 12/05/98.
En el se hace referencia a la preocupación de los ministros de economía de los siete países más industrializados del mundo, por auspiciar un código de conducta aplicable a la actividad financiera a nivel planetario, ya que los movimientos de grandes masas de capital y los sistemas de comunicación cada vez más sofisticados se están convirtiendo en elementos determinantes para el Gobierno de la humanidad. El temor de los Estados es que el poder económico de las multinacionales pueda llegar a suplantar el poder político. "Orientar básicamente los equipos humanos hacia la obtención de beneficios, someter la política empresarial a la creación de valor económico para el accionista, convertir la ingeniería financiera en una herramienta para conseguir resultados a cualquier precio, son políticas de actuación generalizadas que pueden pasar factura a medio plazo, como la depredación económica de pueblos enteros o el deterioro irreparable de sistemas ecológicos. La cuestión es si los Estados tienen el suficiente poder para ejercer de moderadores".

En lo que concierne al dominio del discurso de la ciencia, hay que ubicar cómo se plantea la cuestión del saber en las sociedades industriales avanzadas. Desde los años 50 el saber predominante es el científico, que es una clase de discurso. Las ciencias y las técnicas puntas se apoyan en el lenguaje: la fonología y las teorías lingüísticas, los problemas de la comunicación y la cibernética, las álgebras modernas y la informática, los ordenadores y el Internet, los problemas de memorización y los bancos de datos, la telemática y la puesta a punto de terminales inteligentes, son ejemplos de esta relación. La incidencia de estas transformaciones tecnológicas sobre el saber son considerables.
Como plantea Jean François Lyotard : "El saber se encuentra o se encontrará afectado en dos funciones: la investigación y la transmisión de conocimientos. El ejemplo más próximo de la primera es la genética y la biología que deben su paradigma a la cibernética. Respecto a la transmisión de conocimiento, la generalización del uso y comercialización de las máquinas de información afectará a la circulación de los conocimientos. Todo saber constituido que no sea traducible será marginado y la orientación de nuevas investigaciones estará dada por su subordinación al lenguaje de las máquinas. La disposición de las informaciones será cada vez más, competencia de los expertos de todo tipo. En lugar de ser difundidos en virtud de su valor formativo o de su importancia política, (administrativa, diplomática, militar) puede imaginarse que los conocimientos sean puestos en circulación según las mismas redes que la moneda, y que la separación pertinente a ellos deje de ser saber/ignorancia para convertirse, como para la moneda en conocimientos de pago/conocimientos de inversión.
Para Lyotard, esto afecta al saber narrativo que es otro tipo de saber, cuya forma es el relato. En la medida que no encaja en las condiciones de transmisión del saber propios del discurso científico (mencionados anteriormente), el saber narrativo pierde legitimidad. Y no olvidemos que lo que se transmite en estos relatos es el grupo de reglas pragmáticas que constituyen el lazo social en donde se pone en juego las relaciones de la comunidad consigo misma y con su entorno. Esto incluye, la religión y los mitos e ideales que podemos definir como las ficciones colectivas de un pueblo o grupo social.
Desde el psicoanálisis sabemos que también hay una ficción individual (novela familiar o mito individual) que cada uno constituye para inventarse una historia cuya función es denegar el deseo, y que está al servicio de la represión . Es la forma que tiene cada individuo de tratar lo Real que lo determina, o sea, el sexo y la muerte.
Cada momento histórico tiene sus ficciones colectivas específicas, que en muchos puntos confluyen con las ficciones individuales. Esto permite a los sujetos y los cuerpos sostenerse y ubicarse de una forma específica. En la Edad Media los místicos estaban incluidos en el lazo social debido al predominio del discurso religioso; en la actualidad serian considerados delirantes e ingresados en clínicas psiquiátricas. Por el mismo motivo, durante la Inquisición las histerias en crisis eran llevadas a la hoguera por brujería o posesión demoníaca; hoy van al médico, al psicoanalista, al psicoterapeuta o al astrólogo, pero sus cuerpos no desaparecen en el fuego. Respecto a nuestra época, llamada postmoderna, en que los ideales de la modernidad están en crisis, existen diferentes análisis y conclusiones. Podemos mencionar los siguientes: que estos ideales han desaparecido (Jurgen Habermas) o que han sido reprimidos (Jean Lyotard); que habrá una disolución del lazo social y el paso de las colectividades sociales el estado de una masa compuesta de átomos individuales funcionando anárquicamente (J. Baudrillard ); o la progresiva infantilización de los sujetos con una pérdida de responsabilidad en sus decisiones (Pascal Bruckner ). Otra posibilidad, en la línea de la afirmación de la identidad grupal, es la reaparición de los ideales modernos en su vertiente más negativa: nacionalismos excluyentes, fundamentalismos religiosos, xenofobia, racismo y el aumento de la violencia arbitraria e indiscriminada. Estas son manifestaciones de los fenómenos de segregación social, generados por el actual sistema económico
También podemos observar otra consecuencia a nivel del cuerpo, por la forma en que se lo trata en las sociedades industrializadas. En una antología sobre el cuerpo en la fotografía, William Erwing afirma que el cuerpo está siendo repensado y reconsiderado por artistas y escritores, porque está siendo reestructurado y reconstruido por científicos e ingenieros. Vivimos en un mundo en que se pueden separar partes del cuerpo y pegarlas a otro; utilizar cadáveres digitales en las escuelas de medicina; en que las máquinas pueden asumir las funciones de órganos humanos; en que un feto se puede gestar en un útero artificial; en que se pueden hacer manipulaciones genéticas y clonar animales; en que podemos reconstruir estéticamente partes de nuestro cuerpo; en el que se puede prolongar la vida de forma artificial y quizás pronto en la realidad virtual; etc. Todos estos cambios hacen que los conceptos, valores y creencias deben ser revisados, como las oposiciones de vida/muerte, joven/viejo, masculino/femenino, etc. La proliferación de los comités de ética, en diferentes ramas de la ciencia es una prueba de ello.
Comprobamos entonces: que el desarrollo tecnológico permite múltiples intervenciones en lo real del cuerpo y en la vida cotidiana; que hay una gran cantidad de instrumentos ortopédicos y virtuales que producen una ampliación del espacio imaginario corporal. En contrapartida se esta produciendo un aplanamiento de lo simbólico, especialmente en el cuestionamiento y marginación de los ideales y ficciones colectivas que se sostienen en la narración.
En nuestra clínica, captamos estos cambios en las nuevas formas de presentación de los síntomas. Hay una disminución de lo que podríamos denominar neurosis clásicas, y el aumento de los síntomas que muestran una relación con el goce del cuerpo de difícil metaforización. Más allá de las diferencias entre estas nuevas sintomatologías, les une un denominador común: la dificultad para representar. De una forma muy gráfica lo dice Julia Kristeva." Frente a los neurolépticos (y antidepresivos), el aeróbic y el zapping... ¿sigue existiendo el alma?"
Podemos preguntarnos, hasta que punto muchas de las patologías en las que predominan las angustias, los pasajes al acto, las compulsiones, ciertas somatizaciones resistentes a la significación, e inhibiciones, debemos de considerarlas más como signos que como síntomas. Sabemos que la fijeza del signo, impide que el sujeto se interrogue sobre lo que le sucede y que pueda establecer la relación que existe entre su sufrimiento y la verdad que lo sostiene. Esto no significa necesariamente la desaparición de las neurosis, que es la manifestación de lo fallido del encuentro con el Otro, si no que es un cambio en sus manifestaciones. Hay un nuevo desorden en los vínculos sociales con la caída de los ideales conocidos y el declive de la función paterna, que plantea una crisis importante en la identidad. Esto ha potenciado el vínculo perverso en las relaciones sociales entendiéndolo como la utilización del otro como puro objeto de goce, sin hacerlo pasar por la mediación del deseo o del amor.
Respecto a como se producen las demandas podemos observar algunas líneas diferenciadas, que no son necesariamente excluyentes. Por un lado existe un conjunto de pacientes cuya solicitud se inscribe en el orden de una curación del síntoma o de sus trastornos, que no les implique subjetivamente: medicación, pautas de comportamiento, indicaciones y orientaciones precisas, etc. O sea que remiten a la búsqueda de Otro que sabe lo que les conviene y deben hacer.
Hay otra línea, que apunta a aquellas personas que, sea por haber pasado sin éxito terapéutico la alternativa anterior o porqué persiste en el conflicto una dimensión articulada con otro tipo de saber, en que la división del sujeto aparece más evidente en el discurso. Esto abre la posibilidad de la transferencia analítica y del trabajo con la palabra.
Al psicoanálisis, se le plantea por un lado una apuesta que es ética y terapéutica a la vez. O sea se tratará de permitir que estos síntomas, que a veces tiene categorías de signos, se transformen en preguntas para el sujeto y le abran la vía hacia un saber que muestre su implicación y responsabilidad en los mismos. Pero también se trata de realizar una puesta a punto en la conceptualización teórica y en los dispositivos terapéuticos.
Esto exige de los psicoanalistas, una reflexión constante sobre los fundamentos de su práctica en relación con estas modificaciones en el lazo social y una participación activa en el debate, con otras disciplinas y prácticas sociales y científicas.
Walter Lupo Torralvo: nacido en Rosario en 1951, reside en Barcelona desde el año 1976. Graduado en Psicología en la otrora Escuela de Psicologia de la UNR. Ha trabajado en instituciones de salud mental en Rosario y en Cataluña .Actualmente trabaja como psicoanalista en Logos Clinica Psicoanalitica de Barcelona y en el Servicio de Psicodermatología del Instituto "Ignacio Umbert". Pertenece desde 1995 a la Fundación Europea para el Psicoanálisis. Correspondencia:Pg. Sant Gervasi 8, entresols 2ª i 3ª.08022 Barcelona. Telèfon: 93 418 69 61Fax: 93 418 69 01.E-mail: logos@comb.es

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