jueves, 6 de agosto de 2009

DESPLIEGOS Nº 2 : DEL ARTE

DEL ARTE
MARCELA RÖMER
Las direcciones son múltiples como así también lo son las lecturas; recorriendo caminos diversos nos encontramos con ciertas posiciones tomadas, y muchas otras no muy claras. Mientras algunos se están interesando por lo meramente formalista - la línea, el color, las composiciones- otros corren tras la idea de la globalización y casi nadie se plantea cuál es la relación que se establece entre “arte y política o compromiso y arte” (1).
El escenario se presenta como el gran lugar de la representación para poder mostrar lo que se piensa o lo que se dice. Las impresiones o emociones que nos producen las cosas, los objetos o sentimientos sobre lo otro están íntimamente relacionadas con la necesidad de reconocernos, del porqué de no poder percibirnos. Sentimos la sensación del pensamiento y la imprimimos en algún tipo de lenguaje, en este caso el lenguaje del arte. Infaltablemente se producen discursos o hablas con algún tipo de referencia; pero si ser es ser percibido con el miedo constante de caer en un abismo por no poderlo ser, inmediatamente sentimos la necesidad de referirnos a la otredad o a la mismidad en código de diversos lenguajes.
El crítico se representa murmurando en los espacios que la obra le permite o en los momentos que ésta se corre; sugiere conceptos, ideas o líneas de pensamiento, y en el mejor de los casos imprime una huella de algunas palabras encadenadas en oraciones que formen un discurso estético, completando o legitimando así el decir del artista. La tensión que se presenta entre artista y crítico está relacionada con el compromiso de ambos con sus decires o hablas. Es verdaderamente cierto que el acto estético pueda ser capaz aún de mantener el espacio imaginario y simbólico, pero si lo hace ¿ en qué términos lo sitúa? ,¿a quién importa la legitimación ?
Las relaciones que se establecen en el campo del arte nos permite repensar los lugares de lo imaginario como sustentador, ya que - recordemos - existen momentos en los cuáles es importante que se hable, aunque se hable mal. Todo lo que se pone en “acto de” constituye solamente un simulacro pasajero y seguramente muy oportuno, pero volátil, momentáneo y totalmente subjetivo; aunque siempre sea huella de una posición comprometida.
(1) Andreas Huyssen “Guía del Posmodernismo” en Nicolás Casullo (comp.)
“El debate modernidad-posmodernidad” - Bs.As. - Punto Sur - 1989 - pp. 266-
318.

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